Casi cuatro años después de las masivas manifestaciones del 11 de julio en Cuba, Bárbara Farrat Guillén está segura de que el tiempo "no lo cura todo". Su hijo, Jonathan Torres, fue uno de los 60 menores de edad que el gobierno cubano encarceló por protestar de manera pacífica. Lo condenaron a cuatro años de privación de libertad por el delito de sedición.
"Ese día, en mi casa había una fiesta porque Jonathan estaba cumpliendo 17 años. Cuando nos enteramos que la gente estaba protestando, él salió para la Calzada de Diez de Octubre"
"Fue horrible, recuerdo los tiros, la gente corriendo, los abusos de la Policía". Las semanas siguientes a la protesta Bárbara seguía con miedo. "Yo no lo dejaba ni salir de la casa". El viernes 13 de agosto, antes de las diez de la mañana, tres oficiales del DTI tocaron a la puerta y le dijeron que tenía que acompañarlos.
Cuando "se llevaron a mi hijo, me quitaron el miedo”, afirma Bárbara.
La primera denuncia la hizo el lunes 15 de agosto en las afueras de la estación de Acosta, en La Habana, pero muy pocas personas la vieron. Desde entonces no paró de hablar públicamente sobre lo que estaba pasando.
“La única forma en que yo podía lograr sacarlo era haciendo todo visible. Al principio no pasaba nada, pero cuando empezó la persecución, la vigilancia, cuando empezaron los secuestros y las amenazas por parte de la Seguridad del Estado dije: ‘ahora sí, me están escuchando’”.
Jonathan fue excarcelado casi diez meses después de que lo detuvieran, con un cambio de medida. “Mi hijo nunca ha sido la misma persona. Salió con un carácter más serio. Se queda callado. Yo siempre pensé que el tiempo lo curaba todo, y me he dado cuenta de que no. No lo ha hecho con él, ni con ninguno de nosotros".
Bárbara, paciente de VIH, tuvo a su hijo con 15 años. "Cuando lo arrestaron estaba a punto de ser abuela. El niño nació cuando el adolescente estaba en la cárcel".
"Mi familia quedó destruida pero nunca paré de denunciar. Creo que los familiares de los presos políticos no podemos quedarnos callados. La dictadura logra su objetivo si nosotros acá afuera no hablamos por ellos. Nosotros tenemos presos enfermos, presos plantados, presos que han matado a golpes y tenemos el deber de ayudarlos”.
Farrat cree que mucha gente cambió después del 11J. "Yo era, como millones de cubanos, de las que me quedaba callada. Ahora no pienso lo mismo. A mi me cambiaron la vida y aunque sigo viviendo en una isla cárcel, cuando no me gusta algo, al momento grito ‘Patria y Vida’".
“Antes, todo el mundo en el barrio se reía de mí. Hoy se va la corriente y ya no soy la única que da un cacerolazo. Ahora se sienten las cazuelas por toda la Calzada de Diez de Octubre”.
Para ella el país está colpasado y el régimen está ignorando la fuerza de las madres. “Como mismo me cambiaron a mi mi por tocar a mi hijo, lo peor que está haciendo el gobierno es meterse con las madres. Las madres que no tienen leche para sus hijos, las que los tienen enfermos, toda la madrugada sin corriente, sin poder descansar...".
El régimen encarceló a 1.597 personas tras las multitudinarias protestas del 11 de julio, según el registro de la organización independiente Justicia 11J. Cientos de ellos continúan en la cárcel, algunos con condenas que superan los diez años.
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